Era muy frustrante. La niña no
prestaba atención a las lecciones de protocolo. Sólo le interesaba la magia.
Adelaida estaba perdiendo la paciencia por momentos.
-Debe inclinar la cabeza cuando me
detengo. Ni antes, ni después-
Demasiado trabajo. El hermano mayor
de la princesa Camila era mucho más aplicado: muy rebelde, sí, pero buen
estudiante a pesar de todo. Su desaparición causó una gran conmoción en todo el
palacio.
-Adelaida, ¡esto es un rollo!, ¿por
qué tengo que aprender a tratar bien a los demás?- se quejó Camila-
-Ya lo hemos hablado, cuando sea
reina tendrá que recibir a personas muy importantes, debe aprender a mostrarlas
el respeto que se merecen-
Un suspiro. Vuelta a empezar. Dejó a
la niña sentada en el trono de madera de tejo y salió del salón de cristal.
Entró otra vez y avanzó con toda la solemnidad que pudo. Cuando estuvo a cinco
metros de Camila se detuvo, pero la chiquilla estaba distraída con un pájaro
que se había posado sobre el techo transparente.
-¡Princesa Camila!-
-Joo… ¡no quiero hacerlo más!-
-Está bien, lo dejaremos por hoy,
pero mañana tendrá que volver a intentarlo-
-Ya sé cómo se hace, pero estoy
cansada, quiero aprender a hacer frío-
-Todavía es muy joven para usar ese
poder-
-Carolo podía usarlo cuando le daba
la gana-
-El príncipe Carolo hacía mal, y ya
no está. Aprenderá a hacer frío cuando sea mayor-
Adelaida levantó a la niña y le dio
la mano. Salieron del salón de cristal y se dirigieron juntas a la torre del
cielo, dónde la niña debía ser instruida durante las próximas dos horas. Era la
clase más importante del día, más incluso que la de magia, pero a Camila
tampoco le gustaba.
Zarzamarga nunca había sido una
potencia económica ni militar. Tampoco disponía de recursos naturales
abundantes, como Salinas o Vadoverde. No destacaba por absolutamente ninguno de
los valores tradicionales que los libros emplean para medir la grandiosidad de
las ciudades. Pero Zarzamarga tenía a los Videntes.
Se decía que la casa Cúmulo era una
de las más antigua de Irune: era mencionada en cada libro de historia conocido,
sin importar la época en la que había sido escrito. Un ojo con un copo de nieve
en vez de pupila era el símbolo de la casa: muy inapropiado si se tenía en
cuenta que nunca hacía frío en Zarzamarga…salvo cuando un Vidente quería que lo
hiciera.
Los ojos azules brillantes, clarísimos,
servían para distinguir a los descendientes de Castor Cúmulo, el primero de los
Videntes. La historia de esta casa era tan ancestral que podían verse ojos
azules claros por casi todo Semilla y Barro, pero sólo la línea directa de
sangre era capaz de desarrollar completamente los poderes de videncia y emplear
la magia eficazmente. El actual rey de Zarzamarga, y por lo tanto Vidente
Supremo, era Carello VI, que a la avanzada edad de ochenta y tres años solo
había dejado dos descendientes y una sensación de fracaso en la casa Cúmulo: no
pudo ver la caída de Léh.
No eran buenos tiempos para
Zarzamarga. Cuando el príncipe Carolo se esfumó de repente todo fue de mal a
peor. Durante siglos, quizás milenios, los reyes de Zarzamarga nunca tuvieron
deseos ni necesidad de abandonar su ciudad de arena y cristal. Los grandes
personajes de la historia habían acudido a la casa Cúmulo con la esperanza de
arrojar luz sobre los acontecimientos del futuro. Siempre se había respetado la
opinión de los reyes de Zarzamarga, y no solo por las visiones: su sabiduría y
su capacidad de mediación en los conflictos era de sobra conocida. Los reyes no
solían abandonar la ciudad, por eso era incomprensible la idea de que el
príncipe hubiera huido, sus antepasados nunca tuvieron ese carácter. Se barajó
la posibilidad de que hubiera sido secuestrado, pero ¿por quién? Zarzamarga
nunca había tenido enemigos. Aunque Carello VI no viera la caída de Léh, supo
anteponerse a la cruzada de fanatismo de los baleros en Semilla y evitó la
entrada de las tropas de Karaden en la ciudad. Incluso intervino en el fin de
las persecuciones religiosas.
La institutriz y la niña comenzaron a
subir las escaleras de la torre del cielo.
-¿Por qué no puedes enseñarme tú a
leer en el cielo?- preguntó la pequeña princesa
-Me gustaría hacerlo, pero no sé leer
los símbolos del firmamento, escapan a mi comprensión-
Adelaida pertenecía a una de las
ramas secundarias de los Cúmulo, como la gran parte de Zarzamarga. No
desarrollaría jamás la capacidad de generar frío, y sus visiones solo
alcanzaban a situaciones cotidianas. Su dominio de la magia era muy alto, pero
no podía compararse con el de Camila, y eso que la niña sólo tenía seis años.
Llegaron a la puerta de la torre.
Adelaida llamó, pero nadie contestó, así que entró con la niña. La enorme
cúpula de cristal acentuaba el poder de los dos soles y la sala parecía un
horno. Los Cúmulo no soportaban el calor, pero vivían en la zona más árida de
Semilla. Los diarios de los grandes reyes de Zarzamarga eran claros al
respecto: “Hay algo en esta tierra que acentúa nuestras visiones”. La mezcla de
sangres había ido deteriorando la magia, y cada vez era más raro verla en
Irune. Pocas personas podían emplearla, y todavía menos sabían desarrollar su
verdadero potencial. Adelaida había oído rumores sobre hijos de granjeros o
pescadores: gente común que de repente había sido capaz de realizar magia. La
sangre es caprichosa, y los descendientes de los magos no siempre son capaces
de imitar las habilidades de sus antepasados. Adelaida estaba emparentada con
Camila, de eso no cabía duda, pero los padres de la institutriz eran sirvientes
en el palacio, y sus abuelos simples campesinos. Era imposible determinar quién
era su ancestro común, porque la línea de sangre se extendía hasta el inicio de
los tiempos.
El rey Carello VI había iniciado hace
unos veinte años un proyecto muy ambicioso para instruir en las artes mágicas a
las personas que despertaban el don, pero los resultados habían sido
decepcionantes, y rápidamente perdió el interés cuando nació el príncipe
Carolo.
Adelaida todavía recordaba el día en
el que consiguió invocar zarzas: salieron de sus manos y bloquearon la puerta
de la cocina. Sus padres pidieron audiencia con el rey, que accedió a que
recibiera instrucción en el palacio.
-No me gustan las clases del tío
Fauno, solo quiero jugar con él-
-Lo sé princesa, pero su tío es muy
sabio. Debería prestarle más atención, puede enseñarle mucho. Aprender también
puede ser divertido-
-¡Pero si se queda dormido mientras
habla! - se quejó la niña - a él también le aburre darme clase-
El hermano mayor del rey Carello VI
comenzaba a manifestar síntomas de demencia senil. Al contrario que en las
líneas sucesorias tradicionales de Irune, en la casa Cúmulo el primogénito no
heredaba derecho al trono: el descendiente con mayores aptitudes mágicas y de
videncia se convertía en rey. Nunca hubo problemas en temas de sucesión, porque
está en la naturaleza de los Cúmulos el ser dialogantes y sensatos.
Cuando el anciano apareció, los soles
se encontraban justo encima de la cúpula de cristal.
-¡Llegas muy tarde tío!-
-Son las doce y cinco, no es para
tanto…-dijo Fauno mirando el cielo, ya que sabía decir la hora del día mirando
la posición de los soles y de las estrellas-¡La culpa es vuestra!
-Terminamos pronto la lección de protocolo
y decidí subir antes, disculpe-
El viejo avanzó sonriendo y dejó su
chaqueta en un pesado sillón de terciopelo azul. A veces fingía enfadarse con
la niña, pero en realidad le provocaba una inmensa alegría pasar las tardes con
ella, a pesar de que la princesa nunca mostraba el menor interés en sus lecciones.
Sólo le interesaba la magia, y el anciano se pasaba la mayor parte del tiempo
haciendo trucos graciosos para verla sonreír. Apenas le enseñaba como leer el
cielo, y eso era un problema, por eso el rey insistía en que Adelaida estuviera
presente en las lecciones y presionara al viejo príncipe Fauno para que no
perdiera el tiempo en juegos. El futuro de Zarzamarga estaría en los ojos de
Camila.
-¡Haz un truco!-pidió alegremente la
niña
El anciano se giró, y borrando la
sonrisa de su rostro se arremangó la camisa para después levantar los brazos
solemnemente. Unas zarzas de hielo salieron de la punta de sus dedos y
comenzaron a entrelazarse. Bailaban. Era muy hermoso verlo.
-¡Auch!- gritó el viejo con cara de
dolor exagerado-
Las zarzas desaparecieron al instante
dejando tan solo pequeñas luces en el aire.
La niña estalló en carcajadas.
-¡Siempre te pinchas!-
Fauno se sentó en el sillón.
-Las zarzas son como las visiones: se
entrelazan, aparecen donde menos te lo esperas…Nos protegen con sus púas, pero
también nos pueden hacer daño. Hay que saber cuándo cortarlas porque pueden
apoderarse del jardín. Con las visiones ocurre igual: no debemos dejarlas fluir
a su antojo y sumergirnos en ellas. Son peligrosas. Ver el futuro no debe
hacernos olvidar que vivimos en el presente.
-Hazlo otra vez tío Fauno-
Adelaida se adelantó a la respuesta
del príncipe:
-Tiene mucho que aprender hoy, ya
habrá tiempo para juegos-
-La señorita Adelaida tiene razón.
Tengo que enseñarte algo muy importante. ¿Ves aquella nube amarillenta en el
cielo?-
-Sí…parece una antorcha, pero está
desapareciendo-
Adelaida entendió el significado:
Lumérila. Los marineros de los barcos mercantes habían traído la noticia de que
la ciudad había sido arrasada por la Custodia. Quizás el rey Carello viera la
destrucción de la ciudad, pero muchas veces las visiones eran difusas, y otras
muchas era mejor dejar que los acontecimientos, por muy terribles que fueran,
siguieran su curso. Nadie en el mundo podía compartir la impotencia y soledad
que experimentaba el rey de Zarzamarga cuando algo tan horrible, que él ya
había visto, ocurría finalmente.
Observar el cielo e interpretar sus
señales era el primer paso para ver el futuro, aunque el firmamento solo
mostraba acontecimientos de un pasado reciente.
-Lumérila ha sido destruida hace
poco. Es lo que el cielo quiere contarnos-
-¡Hay fuego allá a lo lejos! Ha caído
un rayo de esa nube negra tan grande y a quemado un árbol -exclamó la niña
señalando
El viejo se levantó sobresaltado.
Miró, pero al no ver nada cogió un catalejo y recorrió el horizonte. La nube
llegaba del norte. Avanzaba muy rápido.
-¿Qué significa esa señal tío?-
Adelaida miró con preocupación el
rostro del anciano. Una lágrima solitaria recorría lentamente el surco de una
de sus arrugas.
-Significa poder. Truenos. Un destino
terrible y una carga atroz para alguien…-
-¿Qué ha visto?-preguntó Adelaida
asustada
-Las bestias están despertando-
A lo lejos, los ecos de la tormenta
retumbaron en la cúpula de cristal mientras el cielo se teñía de gris. Camila
se abrazó a la falda de Adelaida.
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