7. Zarzamarga




Era muy frustrante. La niña no prestaba atención a las lecciones de protocolo. Sólo le interesaba la magia. Adelaida estaba perdiendo la paciencia por momentos.
-Debe inclinar la cabeza cuando me detengo. Ni antes, ni después-
Demasiado trabajo. El hermano mayor de la princesa Camila era mucho más aplicado: muy rebelde, sí, pero buen estudiante a pesar de todo. Su desaparición causó una gran conmoción en todo el palacio.
-Adelaida, ¡esto es un rollo!, ¿por qué tengo que aprender a tratar bien a los demás?- se quejó Camila-
-Ya lo hemos hablado, cuando sea reina tendrá que recibir a personas muy importantes, debe aprender a mostrarlas el respeto que se merecen-
Un suspiro. Vuelta a empezar. Dejó a la niña sentada en el trono de madera de tejo y salió del salón de cristal. Entró otra vez y avanzó con toda la solemnidad que pudo. Cuando estuvo a cinco metros de Camila se detuvo, pero la chiquilla estaba distraída con un pájaro que se había posado sobre el techo transparente.
-¡Princesa Camila!-
-Joo… ¡no quiero hacerlo más!-
-Está bien, lo dejaremos por hoy, pero mañana tendrá que volver a intentarlo-
-Ya sé cómo se hace, pero estoy cansada, quiero aprender a hacer frío-
-Todavía es muy joven para usar ese poder-
-Carolo podía usarlo cuando le daba la gana-
-El príncipe Carolo hacía mal, y ya no está. Aprenderá a hacer frío cuando sea mayor-
Adelaida levantó a la niña y le dio la mano. Salieron del salón de cristal y se dirigieron juntas a la torre del cielo, dónde la niña debía ser instruida durante las próximas dos horas. Era la clase más importante del día, más incluso que la de magia, pero a Camila tampoco le gustaba.
Zarzamarga nunca había sido una potencia económica ni militar. Tampoco disponía de recursos naturales abundantes, como Salinas o Vadoverde. No destacaba por absolutamente ninguno de los valores tradicionales que los libros emplean para medir la grandiosidad de las ciudades. Pero Zarzamarga tenía a los Videntes.
Se decía que la casa Cúmulo era una de las más antigua de Irune: era mencionada en cada libro de historia conocido, sin importar la época en la que había sido escrito. Un ojo con un copo de nieve en vez de pupila era el símbolo de la casa: muy inapropiado si se tenía en cuenta que nunca hacía frío en Zarzamarga…salvo cuando un Vidente quería que lo hiciera.
Los ojos azules brillantes, clarísimos, servían para distinguir a los descendientes de Castor Cúmulo, el primero de los Videntes. La historia de esta casa era tan ancestral que podían verse ojos azules claros por casi todo Semilla y Barro, pero sólo la línea directa de sangre era capaz de desarrollar completamente los poderes de videncia y emplear la magia eficazmente. El actual rey de Zarzamarga, y por lo tanto Vidente Supremo, era Carello VI, que a la avanzada edad de ochenta y tres años solo había dejado dos descendientes y una sensación de fracaso en la casa Cúmulo: no pudo ver la caída de Léh.
No eran buenos tiempos para Zarzamarga. Cuando el príncipe Carolo se esfumó de repente todo fue de mal a peor. Durante siglos, quizás milenios, los reyes de Zarzamarga nunca tuvieron deseos ni necesidad de abandonar su ciudad de arena y cristal. Los grandes personajes de la historia habían acudido a la casa Cúmulo con la esperanza de arrojar luz sobre los acontecimientos del futuro. Siempre se había respetado la opinión de los reyes de Zarzamarga, y no solo por las visiones: su sabiduría y su capacidad de mediación en los conflictos era de sobra conocida. Los reyes no solían abandonar la ciudad, por eso era incomprensible la idea de que el príncipe hubiera huido, sus antepasados nunca tuvieron ese carácter. Se barajó la posibilidad de que hubiera sido secuestrado, pero ¿por quién? Zarzamarga nunca había tenido enemigos. Aunque Carello VI no viera la caída de Léh, supo anteponerse a la cruzada de fanatismo de los baleros en Semilla y evitó la entrada de las tropas de Karaden en la ciudad. Incluso intervino en el fin de las persecuciones religiosas.
La institutriz y la niña comenzaron a subir las escaleras de la torre del cielo.
-¿Por qué no puedes enseñarme tú a leer en el cielo?- preguntó la pequeña princesa
-Me gustaría hacerlo, pero no sé leer los símbolos del firmamento, escapan a mi comprensión-
Adelaida pertenecía a una de las ramas secundarias de los Cúmulo, como la gran parte de Zarzamarga. No desarrollaría jamás la capacidad de generar frío, y sus visiones solo alcanzaban a situaciones cotidianas. Su dominio de la magia era muy alto, pero no podía compararse con el de Camila, y eso que la niña sólo tenía seis años.
Llegaron a la puerta de la torre. Adelaida llamó, pero nadie contestó, así que entró con la niña. La enorme cúpula de cristal acentuaba el poder de los dos soles y la sala parecía un horno. Los Cúmulo no soportaban el calor, pero vivían en la zona más árida de Semilla. Los diarios de los grandes reyes de Zarzamarga eran claros al respecto: “Hay algo en esta tierra que acentúa nuestras visiones”. La mezcla de sangres había ido deteriorando la magia, y cada vez era más raro verla en Irune. Pocas personas podían emplearla, y todavía menos sabían desarrollar su verdadero potencial. Adelaida había oído rumores sobre hijos de granjeros o pescadores: gente común que de repente había sido capaz de realizar magia. La sangre es caprichosa, y los descendientes de los magos no siempre son capaces de imitar las habilidades de sus antepasados. Adelaida estaba emparentada con Camila, de eso no cabía duda, pero los padres de la institutriz eran sirvientes en el palacio, y sus abuelos simples campesinos. Era imposible determinar quién era su ancestro común, porque la línea de sangre se extendía hasta el inicio de los tiempos.
El rey Carello VI había iniciado hace unos veinte años un proyecto muy ambicioso para instruir en las artes mágicas a las personas que despertaban el don, pero los resultados habían sido decepcionantes, y rápidamente perdió el interés cuando nació el príncipe Carolo.
Adelaida todavía recordaba el día en el que consiguió invocar zarzas: salieron de sus manos y bloquearon la puerta de la cocina. Sus padres pidieron audiencia con el rey, que accedió a que recibiera instrucción en el palacio.
-No me gustan las clases del tío Fauno, solo quiero jugar con él-
-Lo sé princesa, pero su tío es muy sabio. Debería prestarle más atención, puede enseñarle mucho. Aprender también puede ser divertido-
-¡Pero si se queda dormido mientras habla! - se quejó la niña - a él también le aburre darme clase-
El hermano mayor del rey Carello VI comenzaba a manifestar síntomas de demencia senil. Al contrario que en las líneas sucesorias tradicionales de Irune, en la casa Cúmulo el primogénito no heredaba derecho al trono: el descendiente con mayores aptitudes mágicas y de videncia se convertía en rey. Nunca hubo problemas en temas de sucesión, porque está en la naturaleza de los Cúmulos el ser dialogantes y sensatos.
Cuando el anciano apareció, los soles se encontraban justo encima de la cúpula de cristal.
-¡Llegas muy tarde tío!-
-Son las doce y cinco, no es para tanto…-dijo Fauno mirando el cielo, ya que sabía decir la hora del día mirando la posición de los soles y de las estrellas-¡La culpa es vuestra!
-Terminamos pronto la lección de protocolo y decidí subir antes, disculpe-
El viejo avanzó sonriendo y dejó su chaqueta en un pesado sillón de terciopelo azul. A veces fingía enfadarse con la niña, pero en realidad le provocaba una inmensa alegría pasar las tardes con ella, a pesar de que la princesa nunca mostraba el menor interés en sus lecciones. Sólo le interesaba la magia, y el anciano se pasaba la mayor parte del tiempo haciendo trucos graciosos para verla sonreír. Apenas le enseñaba como leer el cielo, y eso era un problema, por eso el rey insistía en que Adelaida estuviera presente en las lecciones y presionara al viejo príncipe Fauno para que no perdiera el tiempo en juegos. El futuro de Zarzamarga estaría en los ojos de Camila.
-¡Haz un truco!-pidió alegremente la niña
El anciano se giró, y borrando la sonrisa de su rostro se arremangó la camisa para después levantar los brazos solemnemente. Unas zarzas de hielo salieron de la punta de sus dedos y comenzaron a entrelazarse. Bailaban. Era muy hermoso verlo.
-¡Auch!- gritó el viejo con cara de dolor exagerado-
Las zarzas desaparecieron al instante dejando tan solo pequeñas luces en el aire.
La niña estalló en carcajadas.
-¡Siempre te pinchas!-
Fauno se sentó en el sillón.
-Las zarzas son como las visiones: se entrelazan, aparecen donde menos te lo esperas…Nos protegen con sus púas, pero también nos pueden hacer daño. Hay que saber cuándo cortarlas porque pueden apoderarse del jardín. Con las visiones ocurre igual: no debemos dejarlas fluir a su antojo y sumergirnos en ellas. Son peligrosas. Ver el futuro no debe hacernos olvidar que vivimos en el presente.
-Hazlo otra vez tío Fauno-
Adelaida se adelantó a la respuesta del príncipe:
-Tiene mucho que aprender hoy, ya habrá tiempo para juegos-
-La señorita Adelaida tiene razón. Tengo que enseñarte algo muy importante. ¿Ves aquella nube amarillenta en el cielo?-
-Sí…parece una antorcha, pero está desapareciendo-
Adelaida entendió el significado: Lumérila. Los marineros de los barcos mercantes habían traído la noticia de que la ciudad había sido arrasada por la Custodia. Quizás el rey Carello viera la destrucción de la ciudad, pero muchas veces las visiones eran difusas, y otras muchas era mejor dejar que los acontecimientos, por muy terribles que fueran, siguieran su curso. Nadie en el mundo podía compartir la impotencia y soledad que experimentaba el rey de Zarzamarga cuando algo tan horrible, que él ya había visto, ocurría finalmente.
Observar el cielo e interpretar sus señales era el primer paso para ver el futuro, aunque el firmamento solo mostraba acontecimientos de un pasado reciente.
-Lumérila ha sido destruida hace poco. Es lo que el cielo quiere contarnos-
-¡Hay fuego allá a lo lejos! Ha caído un rayo de esa nube negra tan grande y a quemado un árbol -exclamó la niña señalando
El viejo se levantó sobresaltado. Miró, pero al no ver nada cogió un catalejo y recorrió el horizonte. La nube llegaba del norte. Avanzaba muy rápido.
-¿Qué significa esa señal tío?-
Adelaida miró con preocupación el rostro del anciano. Una lágrima solitaria recorría lentamente el surco de una de sus arrugas.
-Significa poder. Truenos. Un destino terrible y una carga atroz para alguien…-
-¿Qué ha visto?-preguntó Adelaida asustada
-Las bestias están despertando-
A lo lejos, los ecos de la tormenta retumbaron en la cúpula de cristal mientras el cielo se teñía de gris. Camila se abrazó a la falda de Adelaida.

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